Thursday, December 30, 2010

Desde la Esquina del Editor

Por: Miguel Mijes

En 1958, desde que iniciamos nuestra carrera como aspirantes dentro del boxeo, pudimos darnos cuenta que en este deporte es muy difícil subsistir para una persona tímida y miedosa como el que esto escribe.

Pero también se avanza. Sobre todo cuando existe la necesidad de hacerlo, y el boxeo es un deporte que aunque le cueste dolor al interesado, aprende si es que continúa en uno las ganas de superarse. A medida que avanzábamos, aprendíamos más de este deporte y aprendíamos más cosas de la vida misma.

Nos dimos cuenta de sus enseñanzas filosóficas, a veces eran espirituales, a veces nos sorprendía por la ética que te motiva, si es que deseas ser un individuo parejo o ecuánime –como lo prefieras–, y ello nos despertaba mas la admiración hacia esta dura disciplina.

Nos dimos cuenta también que mucha gente abusa de tu confianza, de tu entrega, pero aumenta más si te quedas callado.

La segunda en la boca…

Existía en Irapuato Gto. (Mi Tierra), un hombre llamado Saturnino, que se ganaba la vida -no solo de su trabajo como barbero–. También por un módico 33.3% conseguía y representaba, a jóvenes pugilistas a quienes supongo atendía en la esquina correspondiente.

La Tercera en el Pecho…

Cuando se inicia uno en el boxeo, desconoce muchos peligros. Aparte de que tu juventud te obliga hacerte el “valiente” (Pero no güey, eh)

El mentado “Tunino” me consiguió un combate –a cuatro rounds–, en la ciudad de Cueramaro, Gto., ante un rival que me dijeron al termino del pleito que también era luchador.

Antes del combate, mi peso en la bascula era de 48 Kilos (Peso Mosca) mientras que el de mi rival era 54 Kilos (casi peso Gallo).

Era mi cuarto combate pero pudimos a base de zurda, noquearlo en el 3er episodio.

Mi sueldo por esa pelea según don Saturnino fueron $32.00, y quien en lugar de quedarse con el “riguroso” 33.3 % que le queda como “manager”, sólo me dio $11.00. (Supe que ya murió, y por respeto a su familia nos reservamos su apellido).

¿Considera alguno de mis tres queridos lectores, como es que un mozalbete de 14 años de edad con estas experiencias, aprenderá algo en la vida?

Aprendimos esa noche otro detalle, que ante las injusticias debemos siempre protestar.

Digo, porque tanto en el boxeo como en la vida misma, se requiere “despertar, exponer, revelar cosas, en las que tu falta de valor civil te convierte en cómplice de tus propios verdugos, sicarios o ejecutores”.

A muchos de los padres de familia de boxeadores les puede servir esta disciplina, para educar a sus hijos como prospectos en el boxeo.

Sin embargo no lo hacen, porque también como seres humanos sufren de ese Complejo de Inferioridad y también se tornan con su silencio en cómplices no sólo de la gente en el boxeo, también de cualquier otra gente que atenta en contra de sus retoños.

En estos tiempos con más razón, cuántas muertes se evitarían si los presuntos asesinos de jóvenes que mueren en la calle, conociesen algo de ética, cuando menos de saber pelear al tú por tú. Con la práctica del boxeo lo aprenderían pero…

¡Si supieran, las cosas tan bellas que puede producir nuestro duro deporte!

Jóvenes y Padres de Familia, en sus manos está la solución, sólo requiere que lo reclames.

Dijo el gran Ghandi: ¡No existe peor cosa, cuando de 100.000 voces, se queden calladas 999,000!

¡Son los derechos que reclamamos por el bien de nuestra comunidad y de nuestra juventud!

¡Abuurrr!

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