HÉROE Y MÁRTIR
Por: RICARDO VEISAGA
Buscando noticias
sobre un homenaje que la canciller alemán Ángela Merkel, realizó el año pasado sobre
el holocausto gitano, el archivo que consulté del “Chicago Tribune” hablaba
sobre el tardío reconocimiento del Parlamento Alemán, destinado a conmemorar a
los muertos y subrayando la necesidad de proteger la vida del odio y del
prejuicio. En el mismo cable de la agencia Reuters,
la periodista Alexandra Hudson menciona al “gypsy boxer” Johann Trollmann. Mi “vana
curiositas” (vana curiosidad), me llevó a buscar información sobre este
personaje, con la seguridad de que detrás de este cable había escondido una
historia importantísima.
Mi búsqueda fue
al principio algo frustrante, muy pocas noticias y de un artículo original las
distintas reproducciones fueron convirtiéndose a versiones más libres,
distorsionando y confundiendo datos y episodios. No así en el idioma alemán, ya
que existe bastante material, pero debo confesar mi total ignorancia respecto a
esa lengua. A medida que avanzaba mi
investigación, crecía mi interés, conmovido por el infierno que tuvo que vivir
Trollmann.
El 27 de
diciembre de 1907, nace en Wilsche (baja Sajonia), Johann Wilhelm Trollmann,
miembro de una familia gitana (sinti) quienes abandonando el nomadismo se
asentaron en Hannover, vivieron en una calle muy corta cercana a una iglesia,
en donde transcurrió gran parte de su vida y comenzó su preferencia por la
práctica del box. “Rukeli” es el
apodo que le asignan, que en lengua romaní de los gitanos centroeuropeos, deriva
de la palabra “árbol”, “árbol joven”.
A la edad de ocho años empezó a practicar boxeo en el Club Heros de Hannover, gracias
a su entrenador judío, se abrió camino y conquistó cuatro campeonatos
regionales y participó en los nacionales. Tenía una forma muy peculiar de
boxear, una rareza para la época, jamás vista, mucho movimiento, un estilo ágil,
sus juegos de piernas y cintura, sus electrizantes esquives, lo semejaban a un bailarín.
Fue un adelantado
y precursor de Ali, Ray “sugar”
Leonard, Naseem Hamed y muchos más. Hofsteter dijo que Trollmann fue “uno de
los inventores del boxeo moderno”, su estilo ágil y su capacidad técnica contrastaba
con el estilo que los nazis cultivaban, basadas en las supuestas virtudes de la
raza aria: fuerza, rudeza y estatismo. En los años sesenta se desarrollaría en
Estados Unidos, no me considero un experto en esta cuestión para certificarlo o
no. Antes de la llegada de los nazis al poder, flotaba en Alemania un
sentimiento racista y Rukeli fue víctima de ese odio racial. En 1928 el comité
de selección le retiró la plaza olímpica para los Juegos Olímpicos de
Estocolmo, a favor de otro boxeador de Hamburgo que había sido derrotado en esa
eliminatoria por Trollmann, la excusa del Comité fue “que su estilo no era lo
suficientemente alemán”.
En respuesta, al
año siguiente Rukeli se trasladó a Berlín y empezó su carrera profesional, a pesar
de su poca corpulencia peleó en los semipesados, ganó fama y dinero. De cabello
moreno, piel oscura y ojos negros, las mujeres atraídas por su aspecto racial
acudían en masa a sus combates. En Colonia, Berlín y Hamburgo se presentaba a
combatir con llenos totales, su estilo acróbata-bailarín hacía vibrar al
público, su juego de piernas había sido bautizado como “el baile de Trollmann”.
En enero de 1933
los nazis llegan al poder, Hitler es nombrado Canciller el día 30. Los nazis
toman el control del boxeo, un deporte muy popular durante los años de la
República del Weimar (previa a Hitler),
Luego de la primera Guerra mundial y del imprudente Tratado de Versalles, ante
la falta de trabajo, la gente se había volcado a los deportes de masas, si bien
era considerado como un deporte esencialmente proletario, algunas estrellas
como el boxeador Max Schmelling, atraían gran público de la burguesía y a
celebridades. Hitler fue un gran admirador del box y de hecho sólo dos deportes
figuran en su libro “Mein Kampf”, el jiujitsu y el box. Las SS y los soldados
practicaban boxeo, se enseñaba en las escuelas y la palabra inglesa fue
sustituida por “faustkampf” (pelea a puñetazos).
En marzo de 1933,
se despoja del título al campeón semipesado alemán de boxeo Eric Seelig, la
razón es que es judío. El mismo año Los nazis adoptan una antigua ley de
Baviera que decía “combatir a gitanos, trashumantes e individuos sin hábitos de
trabajo. A pesar que el jefe de la SS, Henrich Himmler, pensaba que aún
quedaban “arios puros” entre los gitanos, la llamada biología racial decidía
quien debía vivir o no. En junio de 1933, a la Asociación de Boxeo alemana, no
les queda más remedio que organizar la pelea por el título entre el “ario”
Adolf Witt, famoso por su potente derecha y el “gitano”, el Gypsy (su nombre artístico) Trollmann.
Witt era pesado. El combate fue a doce round, en la cervecería Bock en Fidicin
Strasse (Berlín), con la plana mayor del Tercer Reich en primera fila, en la
bockbrauerei de Berlín, el gran Rukeli gracias a su juego de piernas, su rapidez
y sus golpes pusieron contra las cuerdas a Witt, incluso se daba el lujo de
comentar el combate con la gente que ocupaba las primeras filas (no se usaba
protector bucal), Al finalizar el combate, Witt tenía el rostro ensangrentado y
Trollmann su rostro estaba inmaculado.
Los oficiales
nazis presionaron a los jurados y declararon un empate nulo, el público
reaccionó indignado, enfurecieron a tal punto que los jefes nazis temieron por
su integridad. La historiadora de boxeo Sofía Schrmitz dijo sobre el veredicto:
“Este era un público que entendía de boxeo y podía ver que se estaba
manipulando el combate con fines políticos”, “la gente definitivamente no
estaba preparada para participar de este tipo de manipulación basada en el
racismo”. Los jurados decidieron cambiar su decisión y anunciaron: ¡gitano
Trollmann ganador! Rukeli recibió el cinturón de campeón y se tiró al piso
llorando desconsoladamente. En los días siguientes los medios periodísticos
especializados, atacaron a Rukeli de manera despiadada, como la revista
“Boxsport” que sentenciaban que su boxeo era demasiado “teatral “y que “carece de
clase”, se mofaban de su “imprevisible
carácter gitano”, o que un verdadero campeón “no corre por el ring”. De
“afeminado” lo calificaba el “Volkischen
Beobachter” (El Observador Popular), periódico oficial del partido nazi.
Días después la Asociación le quita el título por desarrollar un “mal boxeo” y
por “conducta indecorosa” (el hecho de llorar en el ring).
La Asociación
aumenta su ataque, Rukeli es obligado a pelear contra Gustav Eder, pero se
advierte que debe combatir según el “estilo
alemán”, es decir “quieto” e “intercambiar golpes” estático. Alea Jacta est (la suerte está echada),
decían los romanos. Rukeli sabe lo que le espera, entonces decide hacer un gesto, dejar un mensaje. El día del
combate nuestro héroe ingresó al ring con el pelo teñido de rubio y su cuerpo
cubierto de talco o harina, el estadio enmudeció, parecía que Rukeli les estaba
diciendo “¿Ahora soy un ario”?
Trollmann se quedó quieto en el centro del ring y soportó todos los golpes que
le arrojaba Eder, ensangrentado, en el quinto round no pudo aguantar el sádico
castigo y se derrumbó más allá de la cuenta final.
Siguió
combatiendo pero ya no era él, obligado a pelear quieto, le habían roto las
alas, y en los peleas algún funcionario del partido, se acercaba a su rincón y
le ordenaba, “¡gitano, túmbate o iremos por tu familia!” Su situación personal
insostenible lo llevó a pelear en ferias y en circos, o en circuitos
clandestinos de box, enterados los de la Asociación le revocaron su licencia.
Trollmann se divorció
de su mujer para protegerla y que su hija pudiera cambiarse de apellido. Su
hija Rita Vowe, que en 1938 aún se llamaba Rita Edith Trollmann, recuerda
débilmente como su padre Johann las abrazaba a ella y a su madre, Olga Frieda
Bilda, con los papeles del divorcio sobre la mesa de la cocina, su madre era
una gadyé (así se denominaba en
romanés a la persona ajena a la etnia gitana). Rita Vowe, después de setenta
años llegaría a conocer la historia de lucha, sacrificio y muerte de su padre y
quién le dio la oportunidad de sobrevivir. Ese mismo año una ley equiparaba a
los gitanos con los judíos, y Trollmann fue detenido y esterilizado. Dos hermanos de Rukeli fueron apresados y
enviados a campos de concentración, su hermano menor Henrich Trollmann, llamado
Stabeli, también boxeador, fue
deportado a Auschwitz, murió en ese lugar a los 27 años, en 1943.
En septiembre de
1942 comienza la guerra y Trollmann es reclutado y enviado al frente oriental,
al frente ruso, como soldado de infantería. En diciembre de 1942, Himmler, en
lo que se conoce como Decreto de
Auschwitz, ordena la deportación de todos los gitanos. Trollmann, durante
un permiso que obtiene en 1942, regresa a Alemania pero es arrestado por la Gestapo, y lo envían al campo de
concentración “Neuengamme”, cerca de Hamburgo, fichado como preso 721/1943. Trabaja junto a los demás prisioneros en la fabricación
de ladrillos. El director del campo había sido un directivo de boxeo antes de
la guerra y reconoció a Trollmann, fue obligado a pelear para entrenar a los de
la SS del campo, debilitado y extenuado, cada tarde luego del agotador trabajo,
debía combatir para regocijo de los guardias y por la promesa de una ración
extra de comida.
El escritor Roger
Repplinger, escribió un libro en alemán: “Leg dich, Zigeuner. Die Geschichte
von Johann Trollmann und Tull Harder”. Donde contrapone la biografía de Trollmann,
boxeador preso en el campo, por su condición de gitano, con la del futbolista
Otto Tull Harder, ídolo alemán
afiliado a las SS, fue guardia en el campo donde estaba detenido Rukeli. Al
concluir la guerra Harder fue juzgado por crímenes contra la humanidad,
condenado a 15 años de prisión, falleció en Hamburgo, sólo cumplió 10 años.
Durante la Copa mundial de Futbol, se editó en Hamburgo un folleto que ensalzaba
la figura de Harder como “modelo a imitar
por la juventud”, lo que provocó un gran escándalo y se retiraron todos los
ejemplares.
Su supervivencia
estaba en juego, y el comité de prisioneros finge su muerte, y bajo una falsa
identidad logran que se lo envié al campo de Wittemberge. Pero en este campo,
es nuevamente reconocido y empieza su martirio, es obligado a combatir, y
organizan una pelea con un antiguo criminal llamado Emil Cornelius, era un “Kapo”,
un prisionero con privilegios, era un
colaborador de los nazis, un espía interno. Kapo era una forma reducida de Kameraden Polizei (camaradas políticos).
Rukeli en un último acto de dignidad, se enfrentó a Cornelius, derribándolo en
el barro del campo, para risa de los demás carceleros. Trollmann cometió el “error” de noquear al Kapo, Cornelius cegado por la vergüenza agarró
un madero y apaleó hasta la muerte a Trollmann, ante las burlas y la
impasibilidad de los guardias, frente al cadáver del ex campeón alemán, tirado
en el barro, con los guantes puestos.
La vida de Johann
Trollmann representa el sufrimiento del pueblo gitano, del Porrajmos que los romaníes sufrieron bajo el régimen nazi. Escribí
al principio de este artículo, que Trollmann era al mismo tiempo un Héroe y un Mártir. Recordaba el dramaturgo Víctor Hugo que: “El infortunio, el
aislamiento, el abandono y la pobreza son campos de batalla que tienen sus
héroes”, y en este campo el del boxeo, tuvo su héroe, Rukeli lo fue, porque “Un
héroe lo es en todos los sentidos y maneras, y ante todo, en el corazón y en el
alma”, según Thomas Carlyle. Francis Scott Fitzgerald dijo: “Enséñame un héroe
y te escribiré una tragedia”, y Trollmann en cierto sentido su vida fue una
verdadera tragedia, aquellas tragedias de las que nos hablaban los antiguos
griegos, el “Héroe trágico” de Sófocles,
donde se explicaba las cosas más incomprensibles no sólo por lo humano sino por
lo divino, el aniquilamiento del hombre, sin ninguna finalidad comprensible, y
aun en contra de toda moral, pero siempre buscaron en esas acciones la causa últimas de su padecer.
El héroe trágico
griego es aquel que se enfrenta a un destino fatal en una guerra sin cuartel,
sabe que su destino será inevitable sin embargo pelea como si no lo supiera, a
veces parece tener el triunfo en sus manos pero el destino termina por
imponerse, por eso lo importante de Carlyle cuando dice: “Puede ser un héroe lo
mismo el que triunfa que el que sucumbe, pero jamás el que abandona el
combate”. Disraelí nos prevenía: “A
menudo los héroes son desconocidos”, y al escribir sobre este héroe, lo
hago con la intención de que se conozca la vida de Trollmann, y no sólo para
los hombres que participan del mundo del boxeo. Y para recordar que Alemania un
pueblo que produjo tantos músicos, escritores, filósofos, hombres de ciencia,
etc. También produjo unos de las noches más oscuras de la humanidad, pero que
no surgió como los hongos después de la lluvia, el nazismo fue hijo no sólo de
Himmler o Hitler, sino también de Lutero,
del Conde de Gobineau, Nietzsche, Richard Wagner, Chamberlain, de
Fichte, de Hegel, Bismarck, de Lessing, Herder, Heidegger, etc.
No hay que
olvidar que no existe una raza superior y que al mundo lo domina más de las
veces la irracionalidad. “El tirano muere y su reino termina. El mártir muere y
su reino comienza”, decía Kierkegaard. Y Rukeli fue, en su sentido primigenio
un “Testigo”, eso significa en
griego, mártir, fue un testigo de
nuestro tiempo y lo probó con su vida. Philip Kerr, en la última emisión de la
zaga de Bernie Gunther (“Si los muertos no resucitan”), dijo: “La verdad no había
historia más triste que la del zíngaro Trollmann”.
A fines de 2003,
la Asociación Alemana de Boxeo, les entregó el cinturón de campeón a los
descendientes de Trollmann, e inscribió su nombre en el libro de los campeones.
En agosto de 2004, se le puso su nombre a una calle en Hannover y otra en
Hamburgo. En 2006 se filmó una película, “Rukeli”, pero en alemán. En enero de
2011, el remodelado pabellón de deportes de Berlín, levantado en el mismo lugar
donde peleó por el título, fue renombrado como Johann Trollmann Boxcamp.
El monumento a Johann Trollmann fue inaugurado el 9 de junio de 2010, en el
Victoria Park de Berlín. El monumento es un ring semihundido. En enero de 2013 se estrenó un docudrama
titulado “Gipsy”, sobre la vida del
boxeador. “La victoria tardía” es el
título de una canción en su honor, del grupo “Spatlese”.